Relato: A un grado de amistad.
Hola. Mucho tiempo ha pasado desde que escribí lago que no fuera «Pensamientos de la semana». Hoy, les traigo un relato que escribí el año pasado y que estuve un tiempo en corrección hasta que me gustara. Lo subo hoy por el día de San Valentín.
Creative commons
A un grado de amistad by Ann Suou D. is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License.
Based on a work at http://cuando-el-sol-brilla.blogspot.com/.
Permissions beyond the scope of this license may be available at http://cuando-el-sol-brilla.blogspot.com/search/label/Permisos.
Luis y Alonso son amigos desde hace mucho tiempo. Un día Alonso llega hasta la casa de Luis y le pide un favor. Luis acepta sin medir consecuencia alguna. ¿Qué tipo de favor le habrá pedido Alonso a Luis? ¿Qué tipo de consecuencia podría acarrear?
A un grado
de amistad.
Por Ann Suou
D.
«Sorpresa»,
era la palabra para describir lo que sentía en esos momentos Luis Ribera
Aguilar. Nunca en su corta vida había entrado tan rápido en aquel estado donde
su cerebro no pensaba, donde no podía pronunciar palabra alguna y sus músculos
estaban paralizados. ¿Qué podía hacer en ese mismo instante? ¿Golpear a la
persona en frente? ¿Correr? ¿Insultar? ¿Aceptar? No, no sabía qué hacer, qué
decir o cómo actuar.
La
habitación se había quedado en silencio por completo. La luz del día poco a
poco desaparecía por los edificios que cubrían la playa y el mar. La oscuridad
era acompañada por la luz de las farolas que se encendían una a una.
Alonso Rojo
Rojo, estaba colorado, nervioso y miraba a todas direcciones buscando una
salida. Quería huir, salir lejos de ahí y no ver por lo menos en una semana a
su amigo. ¿Qué había pasado por su mente al decir aquellas palabras? «¡Estupidez!» Esa era la palabra que
representó su actuar. Era un tonto. Nunca en su vida, había visto a Luis de
aquella forma, sin lograr hilar palabra alguna… con la mirada perdida quien
sabe en dónde.
—Lucho,
¿estás bien? —La maciza mano color canela de Alonso se posó en el hombro recto
y formado de Luis, para que el hombre se calmara. Era notorio el impacto de sus
palabras.
—N-no… —la
voz de Luis flotó cortada y baja. La conmoción aún en su mente, no lo dejaba
responder con claridad. Y se alejó de Alonso. Caminó hasta el pasillo, entre la
cocina y el comedor y regresó sobre sus pasos.
Alonso
observó a Luis nervioso. Sus manos comenzaron a temblar y su garganta comenzó a
doler. Nunca debió de decir aquellas palabras. Sabía que era una mala idea.
Siempre lo supo.
—Hombre, si
tanto asco te da —suprimió su voz nerviosa —, simplemente dime que no. Lo
entenderé —la voz varonil de Alonso viajó por toda la habitación —. No somos
unos críos y no voy a enojarme o algo por el estilo… y no debería enojarme
tampoco—caminó por la sala para quitar la vergüenza y habló: —¡olvídalo
entonces! ¡Haz que nunca paso! —la última oración alzó la voz.
Luis giró su
rostro confundido hacia su amigo Alonso. Era evidente que su amigo estaba
nervioso y tímido, cosa extraña en él; ya que era un hombre decidido, tenaz y
de postura inquebrantable. Pero el hombre que estaba al frente de él era otro.
—Al, lo
siento… — Luis se llevó su mano derecha a su frente y se tapó con ella parte de
los ojos —. Espera un momento para tragarme lo qué acabas de decir… — su
corazón latía intranquilo. De verdad no sabía qué decir o por dónde empezar.
—Yo… —Alonso
movió sus manos, las unió, las separó y las frotó —. Es mejor que me vaya… —dio
un paso hacia la puerta, pero cuando agarró el pasamanos, la voz de su amigo
cubrió todo el espacio.
—¡Detente!
Espera un poco, deja que mi cerebro comience a funcionar correctamente, así que
espera ahí sentado —apuntó al sillón en forma de ele de su living, nervioso y
enojado.
Alonso, se
devolvió y se sentó sin decir nada. Miró al vació.
Luis observó
a su amigo, quieto. El hombre en sí era atractivo, no un Adonis, pero tenía lo
suyo. Su cuerpo estaba bien formado, se cuidaba y tenía una personalidad
cautivadora, era un buen prospecto para pareja, aunque sus relaciones nunca
duraban más de tres meses, ¿quizás su personalidad mandona? Podía ser… Pero
Luis no entendía por qué Alonso le ofreció aquella oferta. No lograba quitar de
su mente las palabras dichas por el hombre:
«Luis, hace un tiempo que estoy curioso y si te preguntas por qué
ahora vengo en busca de ello… no sabía cómo o a quién pedirlo. Lo pensé por
mucho tiempo y creó que tú eres perfecto para ello; eres guapo, tienes buen
cuerpo y tienes experiencia… Así que, ¿quieres follarme? Será una vez y luego
haremos que nada sucedió ¿sí? ».
«Mi amigo es gay, aún dentro del clóset», fue lo
primero que vino a la mente de Luis, pero lo desecho casi de inmediato, porque
le conocía varias amigas con ventaja y las miradas que le daba a las mujeres no
dejaban para nada a la imaginación, se las comía. Alguna idiotez se le había
metido, cómo cuando estaban en la universidad y había visto el documental de
los genios y al día siguiente se colocó a leer todo tipo de libros para mostrar
sus conocimientos. Alonso era bastante fácil de manipular hasta cierto grado.
Aunque bien podía ser bisexual…
El reloj
digital del mueble del televisor, mostró las seis y media de la tarde. Era
tiempo de dar una respuesta o una parte de ella. Aunque no estaba seguro de lo
que realmente iba a decir; dejaría a su mente hablar sin filtro. Luis se acercó hasta el sillón y se sentó al
lado de Alonso. Habló:
—Alonso,
primero que todo quiero saber ¿por qué quieres tener sexo con un hombre? —Apoyó
sus brazos en el respaldo y observó pensativo el cielo de su sala.
—Mmm, porque
—llevó su mano derecha a su mentón — me he estado preguntando qué se siente que
te la metan — su voz cambió ligeramente de ánimo—, ya que una vez con una de
mis amigas tuvimos sexo anal y ella lo paso de maravilla y me pregunté por qué
lo disfrutaba tanto y luego, quería saber qué se sentía.
—Ya —, una
larga pausa se dejó estar — ¿Intentaste el penning con alguna chica?
—No, porque
su piel es diferente al igual que su fuerza. Además, quiero saber que se siente
ser tomado por un hombre, no por una mujer; aunque… quizás después lo intente
con alguna.
—Ah —cerró
sus ojos y tomó una posición defensiva—, por lo cual, solo quieres saciar tu
curiosidad ¿no?
—Sí, solo
eso —Alonso giró su rostro y miró con ojos brillantes a Luis— ¿o pensaste que
me gustabas de «esa» forma? —Sonrió mostrando sus dientes.
—Un poco, sí
—sintió un pequeño síntoma de rechazo—; porque te conozco y sé que tú no te
acercas a las personas a pedir sexo, simplemente seduces a las que te gustan y
de las tiras… Eres casi una puta —remarcó con énfasis la última palabra.
Sí, Alonso
era conocido en el círculo de sus amigos como la «putita», ya que siempre andaba
hablando de quién, cómo y cuántas personas se follaba. Le gustaba mostrar que
era un jugador, además de ser atractivo para las mujeres. Aunque, le colocaron
ese sobrenombre no por acostarse con cuanta persona quisiera, sino, porque a
los demás muchachos les daba envidia que el hombre se acostara con cuanta mujer
se encontraba y muchos de ellos ni siquiera podían hablar bien frente a una.
—¿Cómo eso
de casi una puta?
—Bien lo
sabes —torció sus labios junto a su mentón —, casi todas las semanas están con una
nueva…
—Sí —golpeó
con su mano izquierda su muslo derecho—, pero es disfrutar de los placeres que
se nos otorgó a los hombres. Hay que aprovechar mientras aún soy joven y
atractivo —se peinó su rubio cabello desaliñado hacia atrás, a la vez que sonreía.
Alonso era
una atracción para cualquiera. Con aquella personalidad ¿quién no caería a sus
pies? Eso bien lo sabía Luis. Esa personalidad lo atrajo a él mismo. Alonso era
hechizante. Era lo que siempre quiso para su personalidad, aunque sabía muy bien
que eso era imposible. Uno no escoge la personalidad, ella solo se forma
dependiendo de las experiencias y, quizás de los genes de la familia.
—Bien, lo
que digas —se movió en el sillón —. Pero aún estoy un poco confundido ¿por qué
te quieres acostar conmigo y no con otro tipo? —Preguntó con nerviosismo —¿Soy
tú tipo o algo así?
El muchacho
cruzó las piernas, las descruzó y se giró sobre su asiento y quedó casi frente
a frente con Luis. Ambos eran casi de la misma altura, aunque Luis era dos
centímetros más alto y más formado. Tenía un buen cuerpo… Sabría cómo tomarlo…Tendría
la fuerza para empujar…
—Te elegí,
porque me da vergüenza comprar a un puto o ir a una disco gay —escupió sin
temor a qué Luis lo rechazará. Era mejor hablar con la verdad frente a Luis,
porque este se daba cuenta fácilmente de la información oculta —¿qué dirán si
me pillan por esos lares los muchachos? ¡¿Eh?! Todos creerán que me volví gay
—sacó su pecho —, y eso no lo soy.
La
habitación se volvió completamente oscura. Luis se levantó, encendió las luces
y volvió a su asiento sin decir nada. Quedó frente a Alonso.
—¿No lo
eres? —Lo ojeó intentando ver más allá de sus claros ojos cafés. Quería
descifrar la extraña expresión de su amigo. Y la verdadera razón de su
propuesta.
—No, no lo
soy —se movió en el sillón—. Ya te lo dije que lo hago por curiosidad… Es como
una fantasía —empuñó su mano derecha y golpeó la palma de su mano izquierda—.
Una fantasía masculina —terminó la frase y guardó silencio, mientras se mordía
el interior de su labio inferior—. En un artículo de internet, leí una lista de
fantasías masculinas y una de ellas era estar con otro hombre —calló y se
mordió su labio por fuera —, me faltaría la del trío solamente… ya he
completado las otras —se echó sobre el respaldo del sillón, colocando una
posición cómoda en el objeto.
»Y te escogí a ti —apuntó a Luis —, porque
llevamos mucho tiempo juntos. Desde el colegio y sé que no tienes ninguna enfermedad,
estás actualmente soltero, no eres un tipo de sentimientos pomposos y
melodramáticos y tienes un muy buen cuerpo que sabrá como tomarme. Por ello te
escogí —. Cruzó sus brazos y observó a Luis con determinación. Como si dijera «solo acepta».
Luis no
sabía que decir, por un lado estaba contento de algunas palabras que dijo su
amigo; pero que lo considerará un hombre sin sentimientos era cruel, ya que las
pololas[1]
que tuvo, las quiso con su alma; aunque al final la relación nunca funciono. Él
era muy sentimental, aunque nadie lo sabía. Lo escondía para no resultar
dañado.
—¿Alguna
otra pregunta? —Soltó Alonso con confianza desmedida.
—Sí
—respondió a galope—, ¿cuándo lo quieres llevar a cabo? ¿Y quieres a pelo o con
gorro? ¿En mi casa o en tú casa? —Las palabras simplemente salieron de su boca,
su mente no pensó con claridad y su impulso absorbió por completo a su
racionalidad.
Los ojos de
Alonso se iluminaron y una larga y risueña sonrisa se formó en su rostro
juvenil. El muchacho se levantó y dio un ligero saltito de victoria.
—El próximo
fin de semana, ya que podemos tomar once aquí y nos preparamos para una noche
de éxtasis —. Alonso se volvió a sentar en silencio, bajó los hombros y se
sonrojo en tono suave —lo quiero a pelo —guardó silencio unos minutos, bajó la
mirada y luego la elevó apenado —¿por qué no tienes ninguna enfermedad, no?
Porque yo no tengo ni una, estoy sano como un yogurt —sonrió con timidez.
—No, no
tengo nada.
—¡Genial!
—Se arrojó a los brazos de Luis. Lo
abrazó ligeramente, se levantó y salió de la casa de su amigo. Era mejor huir,
para que Luis no lograra pensar y cambiar de opinión. Era la mejor táctica que
podía hacer.
***
Cuando el
despertador sonó a las seis de la mañana, la realidad cayó en los hombros de
Luis. Hoy, era lunes y faltaba cuatro días para el «evento», como lo había
llamado en las últimas horas. A veces su mente y su corazón eran completamente
extraños, era como si fueran dos Luis y les gustaba contradecirse. Bueno,
siempre fue así desde pequeño. No estaba seguro por qué acepto tener sexo con
su amigo, aunque muy en el fondo, él también sentía curiosidad por el sexo
entre hombres. Sería una buena experiencia, «creo»
pensó mientras se levantaba de la cama.
Luego de una
ducha helada, su mente se desperezó. «Hoy
sería un largo día», pensó mientas se miraba al espejo para peinarse, a su
vez se ajustó su corbata verde oscuro a su blanca camisa. Tenía que averiguar
un poco sobre el sexo anal entre hombres. Porque no estaba muy seguro de ello.
Luego de que
Alonso se fuera en la noche, Luis se dio cuenta que aceptó la propuesta de su
amigo sin ningún prejuicio e hizo que se replanteara su propia vida, o mejor
dicho, su sexualidad. Aunque, acostarse con Alonso no significaba más que un
revolcón, uno más del montón que había en su vida. Pero, está era su primera
vez con un hombre y no estaba seguro ciento por ciento de que su «amigo» se colocaría contento y
trabajaría a vapor; y por otro lado, no estaba muy seguro sobre el sexo entre
hombres, ya que nunca en su vida tuvo sexo anal con ninguna mujer. Él era un
hombre de tradiciones.
Se palmeó
sus mejillas, se dio la vuelta y partió a su trabajo. Hoy no pensaría en nada.
Hoy, su mente se concentraría en el trabajo y en nada más. «Fuera distracciones», se recitó mientras cerraba la puerta de su
casa.
Al llegar a
la oficina, Luis logró concentrase por completo en sus tareas y fue en cierta
manera eficiente en ejecutar su trabajo diario; aunque, a mitad de la mañana su
mente se perdió en su imaginación, ya que en varias ocasiones los labios de
Alonso se presentaron, suaves y rosados; para después transformarse en el
cuerpo desnudo del hombre junto a una piel de ensueño. El hombre se ofrecía
como si tuviera un cartel en su cuerpo que decía: «tómame». Luis se golpeó la
punta de su nariz para seguir con el papeleo. La vida era dura a veces.
Durante la
hora del almuerzo no dejó de pensar en cómo sería su primera experiencia con un
hombre. Porque su primera vez con una mujer, fue algo triste, o mejor dicho,
sintió que dio pena. No había achuntado a la primera y lo hizo todo muy rápido
y la chica sufrió un montón. La segunda vez fue mejor y se felicitó por su
experticia. ¿Cómo sería hacerlo con un hombre? Primero debería de lubricar bien
el ano, ya que los hombres no podían mojarse como las mujeres… sería un poco
difícil de hacer.
Al finalizar
la jornada laboral, se dio cuenta que pensó en su amigo y en nada más. Se auto
castigo, él no era esa clase de persona. Él era responsable.
Más tarde,
al caminar por la calle hacia la estación, Luis recordó nuevamente a Alonso y
pensó en su cuerpo: Alonso era un hombre delgado y de cuerpo tonificado, así lo
había visto en el último verano, cuando fueron en grupo a la playa; además olía
siempre bien, ni que decir de sus manos: eran grandes y dedos delgados que lo
ayudaban en su trabajo de pintor. Bueno, las pinturas de su amigo eran
interesantes y le iba bien en cuanto a las ventas. Podía vivir de su trabajo.
Aunque lo que más le gustaba de Alonso, era su personalidad avasalladora y
fuerte, a veces demasiado directo para ser un hombre de arte, pero sin duda
alguna un poco gruñón y tenaz.
Al llegar a
casa, colocó la tetera y prendió el notebook.
Mientras cargaba el buscador, puso las cosas en la mesa y regresó hasta su
escritorio. Se sentó y comenzó a buscar sobre sexo entre hombres —abrió la
ventana de incognito—, la cantidad de información era alarmante. Sin pensar
mucho dio clic a la primera página que mostraba el buscador y saltaron un
montón de imágenes de hombres mostrando sus penes o en poses sugerentes, unos
lampiños, otros peludos, muy jóvenes, de mediana edad, viejos; era un festín de
hombres. Un leve cosquilleó golpeó a su cuerpo por completo. Movió el scroll hacía abajo y observó a muchos
hombres desnudos, siendo penetrados por uno o más, colocando caras de éxtasis y
pidiendo por más.
—¿Dolerá?
—Preguntó en voz alta a sí mismo y siguió buscando más información, ya que no
quería parecer un novato en el asunto. Él era muy orgulloso sobre información
se decía. Una de las cosas que más le gustaba era que la gente pensará que él,
era una enciclopedia con patas.
Buscó un
poco más y dio con varios vídeos, al igual que un blog dónde explicaba paso a
paso la primera vez en el sexo entre hombres de forma sencilla, e incluso,
estuvo tentado a escribir un comentario agradeciendo la información; pero le dio
miedo de qué descubrieran quien era él.
Luego de su
viaje por internet, se sentó en la mesa a tomar once y ver un poco de
televisión antes de ir a bañarse y colocarse a terminar el vídeo juego que le
estaba dando más problemas de lo que pensó en un principio.
***
Los días
pasaron como una ráfaga de doscientos kilómetros por hora. Y faltaba menos de
una hora para que la jornada laboral terminará y con ello el comienzo del fin
de semana. Cada día que pasó fue una tortura, ya que a cada minuto se ponía más
y más nervioso; incluso comenzó a dolerle la barriga y la tensión crecía.
Cuando despertó,
un nudo se aferró con intensidad a su garganta y a su estómago y el malestar
persistió durante toda la jornada laboral. Estaba nervioso, eso bien lo sabía.
Estaba muy nervioso. Mucho.
—Luis —la
dulce voz de Angélica lo llamó desde el escritorio frente a él —, don Camilo Serrano te llama —la mujer le
entregó el teléfono inalámbrico.
—Gracias,
Angélica —. Agarró el auricular: —Don Camilo, ¿dígame?
—Luis, sé
que es tarde para pedirte esto, pero necesito que me edites la base de datos de
los dos últimos meses, ya que hay un error en unos datos y necesito la tabla
para el lunes a primera hora ¿podrás hacerlo ahora mismo? —la respiración del
hombre al otro lado del auricular sonó pesada.
Luis bufó en
su interior. A veces odiaba a su jefe, porque siempre salía con la edición de
las bases de datos que él tenía que hacer. Pero siempre se resignaba y lo hacía
de todos modos. Suspiró un poco sin que se notara y respondió afirmativamente
al hombre detrás de la llamada. Al poco rato le llegaron los datos para
corregir y se puso a trabajar. Antes de ponerse de lleno en la tarea, le envió
un mensaje a Alonso para que lo esperara en la casa, iba a llegar un poco
tarde.
A las siete
y media terminó de arreglar toda la base de datos y se arregló para marcharse a
casa. Quería descansar la vista. Luis
salió de la oficina, luego de despedirse de Marcelo, el guardia, y caminó hasta
la estación. Pero decidió pasar por el supermercado antes y comprar una botella
de vino y comida para picar. Alonso se sorprendería.
En los
últimos días, solo podía pensar en Alonso, no había nada más en su cabeza.
Aquello le preocupó, pero no le dio importancia. Después de todo, el evento de
hoy podría ser bueno o malo para su amistad. A él no le gustaba mezclar sexo y
amistad. Pero aún no comprendía del todo, por qué aceptó la propuesta de su
amigo. ¿Había algo mal con él? ¿Necesitaba sentir el cuerpo de otra persona
entre sus brazos? ¿La soledad se estaba haciendo sofocante? ¿Podía aceptar un
revolcón sin sentimientos de por medio? ¿Solo sexo?
Su mente era
un caos.
Al bajarse
del colectivo[2],
aspiró con fuerza antes de colocarse a caminar. El nudo en su estómago aumento,
se parecía cuando tuvo su primera vez con su segunda polola. Sí, su «segunda»
vez fue algo parecido, el mismo nerviosismo, el mismo miedo en sí… aunque fue
un poco incómodo, ya que le costó meterla a la primera y la chica se rió de él,
por su inexperiencia; sin embargo, ambos la pasaron bien, después de todo se
amaban.
Luis llegó
hasta el antejardín de su casa y abrió la reja. Desde que era pequeño había
soñado con su propia casa, a los veinticinco logró concretarlo y en solo siete
años más, la casa sería por completo suya. La primera vez que vio la morada, la
quiso, fue amor a primera vista y poco a poco junto el dinero necesario para
postular a la adquisición de su hogar. Al conseguirla, vivió con lo mínimo,
puesto que había gastado todo en la compra y apenas tenía para comprar los
utensilios básicos; tres meses más tarde tenía una cocina, un refrigerador y
una mesa. Y meses después, su casa contaba con todo lo necesario para vivir.
Ésa había sido su primera meta.
El cerrojo
de la reja cedió y entró en silencio. Cerró la puerta negra de la reja y pasó
por el antejardín verde, iluminado por farolas de luz blanca y de plantas
varias, que en primavera florecían en colores vivos y ricos. En ciertas
esquinas donde estaba pavimentado, había maceteros cafés con helechos y aloes.
Y, por último, en la parte donde se colocaba el auto —aún no tenía el dinero
suficiente para comprarse su auto soñado—, estaba su bicicleta, la cual
utilizaba los fines de semana, para ir a la playa que quedaba a media hora.
Con una
bocanada de aliento introdujo la llave y entró a la casa. Quería huir, pero al
mismo tiempo quería sentir las sensaciones que le entregaría el encuentro. ¿Qué
pasaría mañana? ¿Cómo vería a Alonso? Tenía tantas preguntas rondando su
cabeza, porque en una parte de su corazón el miedo flotaba. Luis era un hombre
sentimental y tenía miedo de amar. En sus veintiocho años había tenido cuatro
pololas y dos polvos con extrañas. A sus pololas las amó, las cuidó, las
admiró; pero cada una de ellas, se aburrió de él, de su falta de compromiso y
eso lo dejó completamente abatido. Él no quería pasar por aquello nuevamente.
Mientras que sus polvos, fueron por culpa del alcohol y por una noche de
debilidad. Luis era débil ante las palabras adornadas de cariño y comprensión.
Él odiaba ser débil ante las personas, pero nada podía hacer, él era así: miedoso
e inseguro.
—¡Lucho,
bienvenido! —Alonso habló desde la cocina y Luis pudo oler el rico aroma del
filete en su punto. Cerró la puerta y vio la mesa ordenada con dos puestos: el
servicio de acero brillante, los individuales azul marino, las copas de cristal
—regalo de su madre— y los platos blancos con una circunferencia de oro en su
interior.
—Hola, Al
—caminó hasta la cocina y dejó en mueble la compra. Regresó sobre sus pasos y
salió en dirección a su habitación. Quería sacarse la chaqueta, dejar su
mochila de trabajo y sacarse un poco de ropa.
El saludo de
Alonso lo asustó, hace mucho, mucho tiempo que nadie lo saludaba al llegar a su
casa, era un extraño sentimiento; entre gusto y añoranza. Tener a alguien
esperando por ti era agradable. Hacía ver que el día era productivo y tu
recompensa era esa voz animándote al llegar de un duro día de trabajo.
Alonso se
abalanzó sobre la bolsa y sacó todo. Miró cada cosa y sonrió de forma atenta y
agradable. Fue una buena idea cocinar filete con ensalada para la cena. Desde
pequeño que siempre le había gustado la cocina y aunque no fue su carrera
elegida, siempre prefería cocinar antes de ir a un restaurante.
—¡¿Cómo fue
el trabajo?! —Gritó Alonso de una habitación a otra.
—Bien…
supongo —Luis se acercó al marco de la puerta de la cocina —. Mi jefe me odia,
hoy a última hora me pidió editar un montón de datos para el lunes…
—Son cosas
que pasan —palmó el hombro de Luis y le sonrió con complicidad —. ¿Por qué
crees que soy independiente? —Apuntó a su corazón —soy mi propio jefe y me va
relativamente bien.
—A veces andas muy corto.
—Bueno,
gajes del oficio…
—Sí, como no
—Luis se adentró en la cocina y buscó el sacacorchos para abrir la botella de
vino. Rozó el hombro de Alonso y su cuerpo dio un ligero respingó.
—Voy a
servir —Alonso se alejó de Luis con rapidez.
—Sí
—respondió con voz baja.
Ambos hombre
se sentaron a la mesa. Luis sirvió el vino en las copas y Alonso colocó la
carne en los platos. Una vez listo ambos comenzaron a comer. Solo el sonido del
servicio se lograba escuchar, puesto que ninguno de los dos comento nada. No
había mucho que decir. A ambos les gustaba comer en silencio y luego, en el
postre conversar sobre sus días o ponerse al corriente respecto a sus vidas.
—Gracias por
pasarme las llaves…
—De nada,
supuse que algo así podía pasar —Luis dejó el tenedor y miró a su amigo —. Cada
vez que tengo planes, algo pasa en mi trabajo y lo arruina. Creo que mi jefe me
tiene maña.
—¿Qué dices?
— Lo miró con profundidad —No lo creo…
—Créeme,
siempre pasa —Luis movió su cabeza de lado a lado y sonrió al ver que los
hoyuelos de la mejilla de Alonso se formaban con rapidez —. Pero debo decirte,
que no esperaba esto —su mano enfocó la mesa —, comida casera…
Alonso miró
un momento su comida, luego pinchó el pedazo de carne en el medio del plato y
se lo llevó a la boca. Claro que debía hacer algo así, era su forma de
agradecer por lo que iba a suceder, después de todo, no todos los amigos
aceptan ofertas del tipo sexual.
—De nada
—logró articular Alonso y agarró su copa y bebió un sorbo de vino.
El silencio
se volvió a formar.
El reloj
pronto marcó las nueve de la noche y con ello el terminó de la cena. Ambos
hombres se levantaron y lavaron la losa. A ninguno de los dos, le gustaba el
desorden o dejar las cosas a medias. Al cabo de unos minutos, dejaron la losa seca
y guardada y se fueron hasta la habitación de Luis.
Alonso se
sentó en la cama y agarró la colcha, miró a Luis que lo observaba con cuidado y
habló: —¿Te bañas?
—Oh…, sí
—Luis dio media vuelta y salió de la habitación hacia el baño. Abrió la puerta
y la cerró con fuerza. Un baño refrescaría su cuerpo y, principalmente, su
mente que revoloteaba en extraños pensamientos indescifrable.
El hombre se
quitó la ropa, entró a la tina y abrió la llave para que el agua comenzara a
derramarse. El clic afuera indicó que el calefón se había encendido y pronto el
agua cayó tibia. Luis se remojó debajo del agua y dejó su mente en blanco. La
ducha era el mejor sitio para pensar sobre la vida, uno podía reflexionar
mejor, encontrar las respuestas más rápidas y mejores. Estaba nervioso, sí; pero
al mismo tiempo estaba ansioso. Quería tocar un cuerpo desnudo de hace mucho
tiempo, aunque ese cuerpo desnudo fuera un hombre y su amigo; pero aun así, la
idea no le producía rechazo. Encontró normal el dar y recibir placer de otro
hombre. Porque eso era, no había nada más. Él no amaría de forma romántica a
Alonso mañana por tener un polvo con él. No despertaría descubriendo su amor
por un viejo amigo. No era una novela, una serie o un cómic. El sexo no
significaba amor. El sexo era placer. Y él solo ayudaba a su cuerpo y al de su
amigo. Para él, Alonso seguiría siendo Alonso, mañana y en el futuro, su amigo
y nada más.
Sin dejar
que su mente lo confundiera más, cerró la llave de agua y salió de la tina.
Luego, se secó con la toalla y se cubrió la cadera. Se dirigió a la habitación
donde su amigo lo esperaba.
—Voy y
vuelvo —Alonso tocó el hombro de su amigo y fue al baño.
Luis miró su
cuarto y detuvo su mirada en la ventana, se perdió en el azul marino de la
tela. El reloj ubicado en el velador al lado de su cama, sonó con más fuerza y
está, se vio enorme, adornada con el cubrecama gris claro y las sábanas azules,
mientras el reloj hacia tic-tac, tic-tac. Abatido se sentó en su cama para
respirar y tranquilizar a su cuerpo, pero a la vez, para acallar a su mente,
que comenzaba a despertar y a detener su impulso de cometer una locura…
—¿Estás bien,
Lucho? —La voz de Alonso flotó en la habitación e hizo que Luis diera un leve
saltito. El hombre se acercó hasta Luis y tomó lugar a un lado, le agarró la
rodilla y la apretó: —si no quieres, no debes forzarte. Sabes que no va a
molestarme.
Luis se
sorprendió al ver tan rápido a Alonso frente a él. ¿Tanto tiempo pensó que no
sé dio cuenta de nada a su alrededor? ¿Cómo era posible eso?
—N-no es eso
—Luis guardó silencio un momento, intentando tranquilizar a los latidos de su
corazón. El nerviosismo flotaba más y más por sus venas —estoy preocupado…
—Lo sé,
cualquiera que no tuviera experiencia lo tendría —movió su mano hasta la mano
izquierda de Luis y la apretó —. Lucho, todos estos años siempre has sido malo
para las cosas extrañas —mordió sus labios un poco —, cómo decirlo… —dejó caer su
cabeza al hombro de su amigo — le temes a lo desconocido, por ello te cuesta
dejar tu trabajo, aunque lo odies.
—Yo no odio
mi trabajo y si me costara lo desconocido, no viviría por mi cuenta ni menos
tendría está casa…
—No es
verdad. Tus padres te sacaron a patadas de la casa y la tienes, porque luego de
salir de la carrera comenzaste a ganar relativamente bien, en el actual trabajo
que tienes —levantó su cabeza del hombro de Luis —. Así que solo ha sido bajo
estrés, o mejor dicho, por la situación entre la espada y la pared, porque si
no es así, no vas a lo desconocido.
—Estás
equivocado —corrió la mano de su amigo —. Pero no quiero discutir contigo.
—Lo mismo
digo, por ello: ¿quieres o no quieres? No te obligaré.
El tic-tac
del reloj sonó más fuerte en la habitación de colores masculinos y luz tenue.
Luis miró el piso, luego la alfombra de bajada de cama, luego los pies de su
amigo y sus piernas un poco lampiñas. Su mirada subió hasta la toalla blanca y
ascendió más por el ombligo peludo hasta el pecho, para caer en el cuello y en
la barbilla de Alonso. Su voz fue más rápida que su mente y respondió en un
hilo las palabras para comenzar:— sí.
Alonso se
levantó y se colocó enfrente de Luis. El hombre tragó un poco, se encorvó y
buscó la boca de Luis. Está sería la primera vez que besaría a un hombre, la
expectativa era alta. Abrió su boca y lentamente se aproximó a los labios de
Luis. Los tocó con una suave caricia y pequeños rayos lo atravesaron.
Intensificó la caricia, quería sentir más, mucho más.
Luis dejó
que Alonso comenzará con las primeras caricias, no tenía el valor para
corresponder. Su cuerpo estaba paralizado. Los labios de Alonso eran suaves,
pero masculinos al tacto. Nunca había sentido una piel de aquella textura, de
esa firmeza y ese aroma salvaje y a menta.
Alonso muy
lentamente, sacó su lengua y recorrió los labios pequeños de Luis, para luego
empujarla por medio de la comisura y profundizar así el beso. El solo
movimiento, hizo que su cuerpo se excitara como un rayo que sobreviene a gran
velocidad a la tierra. Quería sentir más de esos rayos recorrer su cuerpo.
Empujó a Luis sobre la cama y se colocó encima, tocó con sus manos los hombros
y besó más y más: la boca, la punta de la nariz, la barbilla depilada, pero con
vello puntiagudo. Su mente gritaba: «¡más!
¡Más! ¡Más!».
La toalla
sujeta a las caderas de Alonso cedió y dejó al descubierto su miembro semi-despierto.
No le importó que Luis lo viera completamente desnudo. Alonso descendió por el
cuello, para morder y lamer la clavícula de Luis. Estaba embriagado por el
aroma que desprendía su acompañante y quería atraparla con su boca. Besar y
morder no era suficiente, pero rogaba a su mente mantener la calma, ya que
quería encender a Luis, pero al mismo tiempo calmarlo. Aún lo sentía nervioso.
Luis
mantenía los ojos cerrados, sus brazos apretados a sus costados, tenso y de su
boca salían bajos sonidos calientes.
—Shhh…
—acalló los pequeños gemidos de la boca de Luis con un beso, profundo y lento.
El sabor de sus bocas se mezclaba, se transformaba en droga, en adicción. Alonso
perdió por completo la racionalidad. Solo quería sentir a Luis dentro de sí.
Luis sentía
su cuerpo bullir, ¿desde cuándo no se había sentido así? ¿Desde cuándo no había
tenido sexo? ¿Desde cuándo su cuerpo gritaba por el contacto de otro cuerpo?
Las caricias y los besos lo transportaban lentamente al éxtasis, a la agonía y
a la culminación. El miedo poco a poco se esfumaba de su cuerpo y su mente se
transformaba a la caza. Su cuerpo también quería acariciar.
Alonso
descendió por el pecho velludo de Luis, toqueteó con sus yemas las tetillas que
tiritaban ante sus dedos. Quería lamer aquellas protuberancias, pero el vello
rodeándolas era otra cosa. No creía verse dispuesto a tocar aquella zona así de
fácil, como su mente le indicaba. Sin pensar más, su mano izquierda quitó la
toalla que cubría las caderas de Luis y observó su cuerpo. Nunca lo había visto
desnudo por completo, su figura sí que era atractiva. Luis era demasiado tonto
para no darse cuenta de eso. Luego de dar una corta mirada al miembro de Luis,
Alonso tiró la toalla al pequeño sillón de cuero que había en una de las
esquinas, al lado del ventanal. Afirmó sus rodillas a los costados de su amigo
y bajó nuevamente para besarlo y fregarse en el cuerpo debajo de él. Sentir sus
pieles ebullir. Luego de besarlo, se separó y observó a su amigo.
Luis sintió
que el cuerpo de Alonso no lo tocaba y levantó su rostro para verificar qué
estaba haciendo o, en su defecto, en qué estaba pensando. Pero el hombre
simplemente lo observaba con curiosidad. Sus miradas chocaron y ambos se
sintieron tímidos unos momentos. Desviaron la mirada y un silencio incomodo se
asentó en la cama. Vergüenza e incomodidad nació de sus cuerpos, aunque la
excitación no bajo del todo.
—¿Estás
bien? —Alonso curvo su cuerpo y llegó hasta la barbilla de su amigo, quién lo
observaba avergonzado.
—Sí —, Luis
miró los labios de Alonso y sin poder detener su cuerpo, se aproximó hasta el
hombre. La vergüenza desapareció sin dejar rastro alguno —me siento bien —sopló
un suave aliento sobre la boca de Alonso y capturó su boca. Lo besó por
iniciativa propia y como si un cortocircuito se tratará, y el miedo se disipó.
Agarró los hombros de Alonso y con fuerza lo empujó hacia abajo. Él ahora daría
las caricias y la emoción comenzaría.
Besó casi
con hambre a Alonso y con sus manos tocó sus hombros, codos y manos; luego
afirmó la cintura del hombre y se empujó hacia abajo, frotó sus cuerpos con
lentitud. Un suave cosquilleo recorrió su extremidades y se fregó varias veces
más contra Alonso, quien también comenzaba a sentir la excitación subir por toda
su figura, nuevamente.
Luis llevó
su mano derecha al miembro de Alonso y lo palpó: de grosor promedio, pero largo
por sobre la media; parecido al suyo. Sin pensar mucho, lo frotó entre su palma
y dedos. Alonso emitió pequeños gemidos, que sirvieron como combustible para
Luis, quién con su otra mano comenzó a
jalar con más fuerza el miembro duro y despierto. Por un momento pensó en
colocarlo entre sus labios, pero lo desecho. ¿Chupar un pene de otro hombre?
Eso nunca. Sujetó y movió sus manos por el falo más y más, los gemidos de
Alonso se intensificaron por toda la habitación y cuando Luis miró a su amigo,
éste llegó al clímax cerrando sus ojos con fuerza.
Sin decir
nada y a la vez sorprendido por el rostro de Alonso, Luis se abalanzó sobre la
boca del hombre y lo besó, mucho más intenso que antes. Su cuerpo estaba ya
excitado, demasiado para poder mantener el control. Con su pene hinchado y
goteando, abrió las piernas de Alonso y movió sus manos hasta separar de las
nalgas. Su dedo del corazón rosó el ano y éste se contrajo, impidiendo ser
penetrado a la primera.
Luis se
detuvo y se levantó de la cama. Alonso sintió el vació sobre sí y abrió los
ojos. Por un momento pensó que Luis había huido de la habitación, pero el
hombre se encontraba buscando algo. Unos minutos después, Luis regresó con una
botellita con un líquido transparente. «El
lubricante», pensó Alonso y dejó caer su cabeza en la cama, ansioso.
Con
lubricante en mano, Luis regresó a la cama y abrió el pote. Untó el líquido en
sus dedos y abrió las piernas de Alonso. Luis, llevó su dedo del corazón hasta
el orificio y lo introdujo con lentitud. Con pequeños círculos comenzó a meter
más y más su dedo, hasta la base. Sacó su dedo y untó un segundo y los metió a ambos,
para dilatar los músculos del ano.
Alonso
emitió bajos sonidos entre molestia y algo más. Un escozor crecía en el círculo
de músculo y enviaba escalofríos a su médula espinal que se dividía a todo su
cuerpo. Poco a poco estaba excitándose. Su pene se endurecía con rapidez y la
sangre bombeaba las paredes para engrosarlo e hincharlo.
Cuando Luis
metió un tercer dedo, el cuerpo de su compañero tiritó ante el estímulo.
Sacando y metiendo los dedos, expandiéndolos dentro de la carne, tocó una
pequeña protuberancia y Alonso levantó su cuerpo con éxtasis. El líquido
preseminal brotaba desde el glande a borbotones y sus dedos de sus pies se
abrían y cerraban con fuerza. Los dedos fueron sacados rápidamente, haciendo un
leve «plop».
—Alonso,
ponte de rodillas —le dio unas palmaditas en las pantorrillas —. Será más fácil
que entr-e —su voz salió entrecortada.
Alonso abrió
los ojos, ya que la excitación estaba nublando todo pensamiento coherente que
lograba hilar. Las palabras de Luis, lo sacaron del placer de sentir el suave
toque en su próstata. Con pesadez, se sentó sobre sus rodillas y se colocó en
cuatro. Levantó las caderas y sin esperar que su amigo le dijera algo más,
abrió sus piernas, hasta que sus nalgas no lograron juntarse. Se sintió
intimidado con esa posición.
Luis tragó
con fuerza y se acomodó en el colchón. Agarró el pote de lubricante y vertió
una considerable cantidad sobre su mano, la cual esparció sobre el falo que
estaba erecto. Luego de impregnarse todo el lubricante, vertió desde la botella
al ano de Alonso. El hombre dio un respingo. El líquido estaba frío.
—Al, voy a
entrar suavemente —tomó sus caderas con su mano izquierda y con la derecha
agarró su falo y lo llevó hasta la entrada —, si duele, avisa —. La punta del
glande se introdujo en el ano y fue haciendo presión dentro del delgado y
pequeño paraje. La carne del recto aprisionaba su falo con fuerza. Nunca había
sentido esa sensación tan exquisita. El sexo anal era diferente al vaginal. Eso
era obvio.
—¡Ah! ¡due-!
—Se quejó y apretó sus dientes.
Luis se
metió hasta las bolas y espero a que Alonso se tranquilizará masajeando sus
nalgas y tocando entremedio de las pantorrillas. Al llegar hasta la base del
pene de su amigo, lo jaló un par de veces para distraer su atención, excitarlo
y hacerle olvidar el dolor. Dio resultado. Cuando sintió que Alonso estaba
emitiendo pequeños jadeos, comenzó a moverse lentamente. Golpeó con poca fuerza
la protuberancia y Alonso gritó.
—¿Estás
bien? —Se detuvo.
—Sí, solo
que fue muy intenso.
—Lo haré más
despacio, pero no prometo nada —al acabar de decir las palabras, se comenzó
nuevamente a moverse: primero lento y luego de unos segundos, su cordura ya no
pudo más y aumentó la velocidad.
Alonso dejó
caer su pecho en la cama y levantó más las caderas para sentir con más
intensidad las estocadas. Sus manos viajaron hasta su boca y se las cubrió, no
podía dejar que Luis escuchara sus fuertes gemidos. Nunca en su vida había
hecho algo así, aunque algunas de las personas que mantuvo relaciones, lo
hacían. Pero a él, le parecían exageradas e incluso sobreactuadas; pero era
verdad, sentir cada penetración era una sensación más y más fuerte. Sentía que
iba a perder el conocimiento en cualquier momento… La sensación era demasiado
intensa, sofocante y embriagadora.
Los
movimientos de pelvis de Luis, se volvieron erráticos y poco
profundos. No podía pensar con claridad, se dejó llevar por su instinto
y golpeó una y otra vez dentro de la cavidad. La sangre fluía lejos de su
cerebro, su respiración se volvió agitada, su corazón bombeaba a mayor
velocidad la sangre que recibía desde arriba y su cadera se movía a un ritmo
frenético. La excitación flotaba por su cuerpo y un gran rayo lo atravesó por
completo y se empujó con fuerza dentro de la carne del recto. Afirmó con fuerza
el cuerpo de Alonso.
La
habitación se sentía caliente y el aire se encontraba viciado, era sofocante.
La respiración de ambos hombres era irregular, al igual que el compás que
marcaban sus corazones. Ninguno de los dos nunca había experimentado algo así,
era algo nuevo. Una experiencia que quedaría marcado en su cuerpo por mucho
tiempo.
Luis sintió
la presión de la cavidad de Alonso, presionar con fuerza su falo y una extensa
punzada golpeó su nuca, la culminación brotó de su cuerpo y dio una última
estocada, metiéndose profundamente dentro de Alonso.
Su corazón
latía con ferocidad. Luis sacó su falo desde el interior de Alonso y se dejó
caer a un costado. Desde hace mucho tiempo que no se sentía tan satisfecho.
Había sido un muy buen polvo. Posó su mano derecha sobre su vista y respiró lo
más profundo que pudo. No podía pensar en ninguna oración corta, no podía decir
absolutamente nada. Las palabras se resbalaban de su mente. Cerró sus ojos y
sintió el peso del hombro de Alonso, junto a su respiración.
—¿Estás
bien? —pronunció con voz baja Luis.
—S-sí… —la
voz entre cortada de Alonso se apagó unos segundos —. Sí, estoy bien.
Luis abrió
sus ojos y se colocó de costado. El hombre miró el cuerpo desnudo de su amigo y
con su mano derecha hizo un camino desde el hombro hasta su cintura.
Contorneando la suave piel sudada:
—¿Estás
seguro? —Habló preocupado.
—Sí, lo
estoy —sus mejillas se sonrojaron ligeramente —. Fue bueno que te escogiera—
sonrió —. No me arrepiento —su vista chocó contra la de Luis y se levantó un
poco. Avanzó hasta quedar frente a frente a Luis y lo besó con un piquito[3]
—gracias.
Luis se
sorprendió por el beso y antes que su amigo se retirara, lo agarró de la nuca y
lo besó con profundidad. Metió su lengua en la boca del otro hombre e hizo
varias jugadas dentro de ella. No se arrepentía del sexo con el hombre, pero
sintió que la relación de amistad que
tenían, había cambiado un poco. Mañana
quién sabe qué pasaría por su cabeza y mente o ¿cómo sería la vida de ambos
después de aquello? ¿Un revolcón entre amigos era capaz de crear sentimientos
de amor? Mañana quizás lo sabría o, en su defecto, podía pensar qué era lo que
siempre había sentido por Alonso.
Sin decir
nada más, Alonso abrazó a Luis y esté lo acurrucó en su pecho. Quedaron unos
minutos así, hasta que el frío en la habitación se hizo presente y ambos se
levantaron y se acostaron bajo las frazadas. Se cubrieron y se durmieron uno al
lado del otro, unidos por sus brazos y su calor. Mañana el sol saldría y su
amistad posiblemente crecería un poco, o se darían cuenta de algo más.
[1] Polola/o: pareja o casi novia/o. En Chile
significa que ambas partes empiezan una relación amorosa, pero no es una
relación de compromiso, como el noviazgo.
[2]
Colectivo: taxi, auto utilizado para el
transporte de pasajeros (4 personas). Se le dice así en Chile a los taxis con
tarifas fijas.
[3]
Piquito: tipo de beso, donde se juntan
levemente los labios de ambas partes. Es un beso algo tímido e inocente.
También puede denotar cariño por la otra persona.
Notas del autor
Ha pasado un
tiempo desde que escribí homoerótico. Ya no me parece tan emocionante como en
un comienzo, ¿algo habrá pasado? Quizás, ya que me costó escribir todas esas
palabras y no había pasado antes. Pero quedé ligeramente satisfecha con lo
escrito, aunque me hubiese gustado escribir más y más; y profundizar más la
relación de ambos. Aunque bueno, hasta aquí llega la historia.
Espero que
les haya gustado lo que leyeron y quizás en el futuro saqué algo más de estos
dos personajes.
Nos vemos en
una próxima historia.
Adiós.
Comentarios
Publicar un comentario